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MISTERIOS DE
RORAIMA
Por Ricardo Gonzalez - Caracas, Venezuela
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A
pesar de que es uno de los lugares más fascinantes del mundo,
lleno de misterios y fenómenos sin resolver, Roraima es un
enclave poco conocido para muchos investigadores de lo oculto. Aunque
nuestra expedición nos llevaba a esa montaña sagrada por
motivos muy diferentes, aprovechamos nuestra instancia allí para
reunir información sobre sus enigmas. Y una tremenda sorpresa
nos llevamos… En este artículo, procuraré resumir
los misterios y “anomalías” que encierra este punto
de poder de Venezuela.
EL OBJETIVO PRIMORDIAL DE NUESTRO VIAJE
El 24 de febrero de 2001, en una extraordinaria experiencia de contacto
físico que se desarrolló en el desierto peruano de
Chilca, se me permitió abordar una nave extraterrestre y
acompañar a su tripulación a una base orbital oculta
detrás de la Luna. En este encuentro programado se me
habló de una “Red del Tiempo”, constituida por 13
discos de poder que se hallaban repartidos en toda la franja americana.
Sabía de la existencia de un disco dorado en Paititi, la ciudad
perdida inca, pero no teníamos información de esa
“red” de herramientas cósmicas que, supuestamente,
se habrían construido en la Tierra miles de años
atrás. Se nos explicó que su “función”
estaba conectada con los cambios de la magnetosfera terrestre y el
tránsito de nuestro planeta a una dimensión superior, al
Real Tiempo del Universo, como dicen los extraterrestres, un evento
cósmico que parece hallarse relacionado al mensaje de la
profecía maya de 2012.
Desde que recibimos esta información en febrero de 2001 muchos
nos embarcamos en profundizar su aporte, haciendo nuevas consultas en
comunicación, viajando a los puntos donde estarían los
discos e investigando la historia de los lugares. Fruto de esa labor,
que comprometió a mucha gente de varios países, todos
testigos de importantes experiencias durante el proceso, se pudo
confirmar la lista de puntos que habían mencionado los
Guías extraterrestres. Para el año 2004, la lista de los
discos y sus ubicaciones estaban ampliamente difundidas. En marzo de
2005, en este sitio web, se publicó uno de los informes con una
síntesis de toda la información reunida.
De todos los discos que conforman aquella maravillosa Red del Tiempo,
el único que no fue “visitado” o trabajado era el
que correspondía a Roraima. Diversas comunicaciones recibidas a
través de la psicografía hablaban de la importancia de ir
allí. Sin embargo, la “coordenada” apareció
desde que vivimos la experiencia del Portal de Shambhala en el desierto
de Gobi, el 8 de agosto de 2007. Dos años más tarde, el 8
de agosto de 2009, teníamos que hallarnos en el Gran Tepuy para
conectar con la energía del disco de Roraima. De acuerdo a los
seres que nos contactan, la presencia humana en determinadas
circunstancias “afecta” y “activa” a los
discos. Más que complicados trabajos espirituales, la verdadera
labor era ir hacia esos lugares, una suerte de peregrinación que
pudiera movilizar energías en torno a esas herramientas que
parecen tener vida propia.
Todos los integrantes de la expedición pedimos confirmaciones
concretas para el viaje a Roraima en el 8 de agosto. Y las tuvimos. En
mi caso, recuerdo que estaba por viajar a México, y en una
meditación pedí a los Guías extraterrestres un
avistamiento que pudiera filmar a pleno día, como señal
de que ellos estaban con nosotros monitoreando todo lo que venía
para este año. Y hallándome en el DF mexicano, antes de
empezar un taller sobre “Encuentros Cercanos”, un objeto
metálico, como una esfera o balón, se estacionó
sobre nosotros esa mañana del 21 de febrero de 2009. Entonces,
sin acordarme de mi pedido, tomé mi videocámara, y
grabé el objeto, que empezó a moverse en contra del
viento y las nubes hasta desaparecer. Días más tarde,
volví a filmar una sonda cuando veníamos de visitar el
yacimiento maya de Palenque. Ambos vídeos se pueden ver en la
sección “Galería”.
Sólo cuando volví a la Argentina asocié los
avistamientos con el “pedido” que había hecho antes
de volar a México. Pero eso no sería todo. Más
tarde, en Perú, hallándome con un grupo internacional en
la Puerta de Hayumarca, se daría una nueva experiencia. En ese
momento nos encontrábamos realizando una práctica de
conexión con el lugar. Uno a uno los miembros del equipo,
procedentes de varias ciudades de México, Chile, Argentina,
España, Francia, y hasta Kenia, apoyaron su frente y sus manos
en el dintel de roca que, según los lugareños,
actúa como un portal hacia otra realidad. Y también como
“Oráculo”. Al final ingresé yo. Y cuando
estuve allí pedí asistencia a los Maestros de la
Hermandad Blanca para nuestro viaje a Roraima en Venezuela. Entonces me
dijeron mentalmente: “¿Necesitas una confirmación
adicional de nuestro apoyo? Cuando regreses al hotel la
tendrás”
Honestamente, me resultó muy peculiar este mensaje. De todas
formas antes de salir de Hayumarca lo comenté con el grupo,
especialmente con nuestra querida amiga Toñi Vázquez de
Querétaro. Pensaba, debo confesarlo, que llegando al hotel,
ubicado a las afueras de la ciudad de Puno, frente al Lago Titicaca,
tendríamos un avistamiento o algo así. Pero me
equivoqué. La “confirmación” sería
mucho más interesante.
Ni bien llegamos al hotel, un bus se estacionaba con un contingente de
visitantes. Todos venían de Venezuela… Entonces
Toñi se me acercó y me dijo: “Mira tú, que
vas a Venezuela, ¡y llega un bus con venezolanos!”. Uno de
ellos se me acercó luego y me preguntó si era
“Ricardo González”. Me hablaba Maykert
González, un expedicionario que lidera un importante centro de
viajes espirituales en Caracas. Ellos me habían escrito
hacía un tiempo para invitarme a Venezuela para dar
conferencias, pero habíamos perdido contacto. ¡Terminamos
encontrándonos en Puno! Inmediatamente me ofreció toda la
ayuda posible para nuestro arribo a Caracas y la conexión con
Santa Elena de Uairén, pueblo próximo a los tepuyes. Por
otra “causalidad”, Maykert conocía a Roberto
Marrero, nuestro contacto en Santa Elena para montar la
expedición. Ello facilitó mucho las cosas para las
coordinaciones entre ambos lugares.
El mensaje de Hayumarca se había cumplido esa misma noche en el
hotel. Gracias a Maykert, y su equipo de “Recreación del
Ser” pudimos resolver toda la logística de nuestro viaje,
traslados, hospedaje, y lo que hiciera falta. Ninguno de nosotros
había visitado antes Venezuela. Pero no fue necesario, Maykert
―con la mano de los Guías detrás― se encargó de
hacernos sentir como en casa. De la misma forma Roberto Marrero en
Santa Elena. Increíble cómo se dieron las cosas. Mis
compañeros de viaje, Isabel Cabral de Honduras, Carina Marzullo
de Argentina y Raymundo Collazo de EE.UU. tendrían
también sus propias y especiales experiencias para acudir a la
cita en el Gran Tepuy.
El 8 de agosto estuvimos en Roraima, y pudimos hacer un sentido trabajo
de conexión con el disco. Logramos el objetivo. Pero ello no fue
todo. De la mano de los indios pemones que conocen el lugar, las
investigaciones de Roberto Marrero, y lo que nosotros mismos pudimos
observar allí, reunimos importante información sobre lo
que significa realmente Roraima. Procuraré resumirlo en las
líneas que siguen.
UN LUGAR MUY ANTIGUO Y SECRETO
Roraima, o “Roroima”, como también se le conoce, es
uno de los principales tepuyes que se alza en el Parque Nacional de
Canaima. Su nombre, de acuerdo a los indios pemones,
significaría “Madre de las Aguas”,
quizá porque desde su cima, a más de 2,000 metros de
altura, caen varias cascadas. Es un lugar muy antiguo, que se remonta a
los tiempos de Pangea, el continente global que luego se
fraccionó para dejar al mundo tal y como lo conocemos. Varios
científicos piensan que Roraima fue un punto de la
“fractura”, remontándose al Precámbrico, es
decir, hace unos 2,000 millones de años. Es uno de los lugares
geológicamente más antiguos del planeta.
Su figura imponente y el ecosistema que le rodea inspiraron a Sir
Arthur Conan Doyle para escribir su clásica novela de aventuras
“Mundo Perdido” (1912). Y el lugar no dista mucho de lo que
Doyle creyó ver en él: es un enclave sumamente
misterioso. No hacen falta los dinosaurios que creó el escritor
británico para impresionarse con Roraima. Su figura, como la de
su “hermano” Kukenán, llaman la atención en
medio de la selva venezolana. Esta lleno de cascadas, cuevas, cristales
de cuarzo y, como era de esperarse, de constantes avistamientos de
ovnis. Roberto Marrero nos confirmó todo ello, situación
que le motivó a trazar un mapa que describiera los puntos de
mayor incidencia de avistamientos en toda la gran sabana y los tepuyes.
A través de nuestra amiga Carmencita Padrón, una
reconocida actriz venezolana de telenovelas, que trabajó
también en su momento en conocidas producciones en Perú
(“Saña”), el “mapa” de Marrero
llegó a manos del periodista español Juan José
Benítez, quien se interesó mucho en visitar la zona.
Allí nos enteramos que nuestros amigos Alberto y Priscila de los
grupos de Miami, y nuestra querida Juani de Santos de Lima,
habían estado hacía sólo un mes en el lugar
recorriendo la Gran Sábana. Lo hicieron por intermedio de
Marrero. Nosotros, por alguna razón, terminamos también
con él.
Marrero es un estudioso del tema ovni desde hace muchos años, y
ha venido recopilando información sobre Roraima y los
fenómenos que allí se han suscitado. Entre ellos, uno de
lo más inquietantes involucra a un indio pemón que
afirmó haber sido “llevado” por un objeto de
“cristal”, tripulado por seres altos, de rasgos bellos y
cabellos largos. Aquellos seres le condujeron al interior de los
tepuyes, mostrándole importantes bases subterráneas que
debían mantenerse ajenas de la mirada curiosa del hombre de
superficie. Si la experiencia fue auténtica, tiene su sentido
que el depositario del mensaje sea un indio pemón, quienes
actúan de guardianes de los tepuyes.
Los tepuyes son mesetas extremadamente abruptas, con paredes verticales
y cimas prácticamente planas. Aunque se encuentran en toda el
área que comprende la frontera norte del río Amazonas y
el Orinoco, Roraima y Kukenán en Venezuela son los más
famosos. Los pemones los observan con respeto. ¿Realmente un
indio fue llevado en una nave no humana al interior de ellos? Al menos,
ése es su testimonio, que parece estar avalado por una
importante presencia de “luces” que se suelen ver en el
lugar.
EL ASCENSO
Para llegar a Roraima, se debe partir desde Paraitepui,
población a 50 Km. de Santa Elena. Allí se acaba el
camino para nuestra 4x4. Es el momento de colocarse las pesadas
mochilas a las espaldas y caminar tres días para aproximarse a
la montaña sagrada. El camino está bien definido, aunque
se torna difícil en los ascensos, más aún bajo un
calor aplastante. Cuando llegamos al Río Tek, lugar de descanso
antes de continuar, nuestras piernas empiezan a quejarse por el
esfuerzo. Un esfuerzo que vale la pena. En la medida en que uno va
caminando, la figura del Roraima y el Kukenán se hacen
más imponentes y hechizantes. Desde Río Tek la vista es
inmejorable. Una vez allí, recuerdo que observamos un arco de
energía que parecía manifestarse detrás del
campamento. Pero no era nada sobrenatural. La humedad propia del lugar
y la luz del día generó ese “efecto de arco”.
Luego se pudieron ver los colores del Arco iris. No en vano los
pemones dicen que el Sol nace en Roraima. Y ciertamente es así.
Lo vimos en el amanecer. Los rayos del astro rey parecen salir de la
gran mole de roca que pretendíamos vencer.
Continuamos con el camino y cruzamos el río Kukekán, que
se forma en el Tepuy del mismo nombre que se alza al lado de Roraima.
Curiosamente, a pesar de que es tan bello e impactante como Roraima,
casi nadie se atreve a subir a él. Hasta los pemones le tienen
miedo. Luego explicaré qué sucede con ese lugar.
Luego del río Kukenán continúa la caminata hacia
el denominado “Campamento base”, que se ubica en las
mismísimas faldas del Roraima. Allí descansaríamos
antes de continuar el ascenso al día siguiente.
En honor a la verdad, en la medida en que uno se va acercando a Roraima
se experimenta una extraña sensación que va más
allá de la belleza del paisaje y de cualquier
predisposición. Se trata de una energía que se siente.
Inevitablemente, me recuerda otros enclaves que visité, como
Mount Shasta en California, el Mecanto de las selvas de Paititi o el
propio Lago Titicaca. Todos ellos lugares que, también,
tendrían uno de aquellos discos de poder que protege la
Hermandad Blanca.
Toda nuestra experiencia en aquellos sagrados lugares, tanto a nivel
físico como espiritual, fue de mucha ayuda para sobrellevar bien
el viaje y adaptarnos a la caminata y al ascenso. Por momentos era como
estar en las selvas de Paititi. La parte final como el ascenso a
Marcahuasi, aunque con menor altura que los andes peruanos, pero no
menos exigente. Y allá arriba, en alto del tepuy,
tendríamos elementos que nos harían recordar nuestra
expedición a la Cueva de los tayos. Al igual que el enclave de
Ecuador, Roraima está íntimamente conecta al mundo
subterráneo. No sólo por la formación
geológica que ha creado grandes cavidades en su interior, sino
por la existencia de seres que protegen esos túneles y que, a
decir de los indios pemones, eventualmente asisten a los exploradores
extraviados…
UNA CAVERNA EN EL GRAN TEPUY
Finalmente, luego de un ascenso empinado, llegamos al “paso de
las lágrimas”, un área peligrosa debido al agua que
cae, con fuerza, desde dos pequeñas cascadas del Roraima. Como
es de suponer, esto hace del sendero una trampa perfecta para el
caminante desprevenido, que puede resbalar y lastimarse.
Es como subir por una suerte de rampa pedregosa, accidentada y siempre
en ascenso, por momentos definida sobre “peldaños de
piedra”, pero en la mayor parte del trayecto una huella en ruinas
que exige de la ayuda de las manos para asirse de alguna rama de
árbol o roca. Pero lo sorteamos muy bien. Y lo disfrutamos.
Empapados, luego de pasar por esta verdadera purificación ―y
necesitábamos urgente una ducha― arribamos a la meseta del gran
tepuy, una imagen alucinante que me hizo viajar rápidamente a
Marcahuasi en Perú, pues el panorama allí en lo alto,
gigante, rocoso, y misterioso, es escandalosamente similar: formas
caprichosas en las rocas debido a la erosión, el color de la
piedra, el cielo, la energía, todo, me hacía viajar a ese
lugar maravilloso en los Andes que tantas experiencias de contacto nos
entregó. Fue una bella sensación hallar un escenario tan
parecido, aunque mucho más impresionante en dimensiones.
Roraima es un lugar muy antiguo. Como decía, evoca a Pangea, el
primer continente, pues de allí se
“fragmentó”. Es una zona antiquísima que
encierra muchos secretos. Como si se tratase de una torre, Roraima
actúa como puesto de observación al alzarse a casi 2,800
metros, siendo el punto más alto en un radio de 549,44
kilómetros. La vista que tenemos desde allí de la gran
sabana es impagable. Valió la pena subir con nuestras pesadas
mochilas a este “altar de los dioses”.
En nuestra aventura íbamos acompañados de tres indios
pemones, expertos conocedores de los tepuyes y sus recovecos. Solo
hablaban inglés, pues venían de la Guyana para trabajar
como porteadores en el lado venezolano, donde su etnia también
se encuentra. Debo decir que nos tocó el grupo pemón
más místico y especial que podríamos haber deseado.
Al retomar la caminata en la gran explanada del Roraima ―nuevamente con
mochila a la espalda― un penetrante silencio nos envolvió.
Moverse allí es como estar en un santuario. Su atmósfera
es evidente y hechiza a todos. Realmente se siente. Contagia e induce a
la meditación. Bajo la guía de los pemones, nos
dirigíamos hacia la “Cueva de los Guácharos”,
una entrada al sistema de túneles que posee el tepuy. Nuestra
intención era entrar en la caverna y dormir allí. Los
indios nos habían hablado de ella sorprendiéndonos ni
bien llegamos a Santa Elena de Uairén. No tomamos esto como un
accidente, “sabíamos” internamente que allí
debíamos ir…Un detalle curioso fue que al llegar a la
cueva luego de la larga caminata, no encontramos actividad de los
guácharos en su interior. “Ahora no están, migraron
a otra cueva”, nos dijo “Alex”, nuestro guía
pemón, con claro acento británico. Ese momento fue como
revivir la expedición a la Cueva de los Tayos, pues en el 2002,
cuando descendimos a las oquedades de aquel misterioso enclave en las
selvas del Ecuador, los tayos ―la misma especie de aves que los
guácharos de Venezuela― no se hallaban, se había marchado
momentáneamente. ¿Había acaso otra
“presencia” que había desplazado a las aves?
Sin pensarlo mucho entramos en la cueva y avanzamos un poco. No nos
adentramos demasiado, pero lo suficiente como para dejar la luz del
día.
El túnel, dicen, tiene cientos de metros de longitud, y se une a
otra red subterránea que serpentea dentro de Roraima.
Así, nuestras linternas se abrieron paso a través de un
accidentado acceso que nos llevó hacia espacios más
amplios, llenos de grietas, “ventanas” y abundante agua al
alrededor. Finalmente “acampamos” en una de esas cavidades
(ver foto a la derecha), un lugar que nos hizo recordar “El
Domo” de la Cueva de los Tayos. Y al igual que la galería
que usamos de base de operaciones en Ecuador, en la cueva de Roraima
también contábamos con una pequeña cascada, que
caía con fuerza dentro de esta maravilla de la naturaleza. Pero
lo más interesante no era ello: se sentía una presencia.
Era como si alguien nos estuviese observando. Fue una sensación
que todos tuvimos y que fue aumentando hasta que descubrimos de
qué se trataba. En la caverna, además, hallamos en la
roca rastros de silicio, un elemento que no es desconocido para
nosotros pues los Guías extraterrestres lo emplean, sin olvidar
que en la “cámara del rey”, en la Gran
Pirámide de Egipto, también se ha hallado, como si fuese
parte de una “composición” que procura recrear un
espacio de “lanzamiento”. Al menos, esa fue la
teoría del ingeniero aeroespacial Christopher Dunn, autor del
best seller “La Planta de Giza: Tecnologías en el Antiguo
Egipto”. ¿La presencia de silicio y el cuarzo en un
determinado lugar, como sucede en la cámara del rey en Keops,
puede “acelerar” la transmisión de energía o
la apertura de portales, tal y como sugiere Dunn? ¿Será
una casualidad que en Roraima estos dos elementos estén muy
presentes? Desde luego, son conjeturas. Pero una pista hay allí.
Y como fuese, nosotros vivimos algo especial.
MISTERIOS DE RORAIMA
Marrero nos había hablado de las luces que se ven en el lugar,
recorriendo el hermoso cielo estrellado de aquellas latitudes y, a
veces, descendiendo para pasar entre los dos tepuyes. Para los indios,
ambos representan energías distintas. Kukenán,
sería el lado masculino del lugar, y Roraima, asociada al agua y
la purificación, el aspecto femenino, la madre y el origen.
Charlando con los pemones constatamos que ellos habían sido
testigos de estos avistamientos de ovnis. …
Ellos tienen un gran respeto y admiración por Roraima, pero
también una especie de temor por su tepuy gemelo que casi nadie
se atreve a subir: el Kukenán. ¿Por qué?
Algunos piensan que en ese tepuy se dieron acontecimientos
trágicos, como la muerte de indios guerreros en tiempos pasados
que preferían arrojarse desde lo alto del Kukenán a
seguir viviendo luego de haber perdido una batalla. Supuestamente, se
suicidaban por honor. Sin embargo otras leyendas dicen que ese tepuy
“mató” en el pasado a los indios. Algunos de estos
relatos dicen que una bestia o monstruo de aspecto reptil devoraba a
los hombres, mujeres y niños, hasta que recibieron ayuda del
cielo y del Roraima para “atraparlo” en una piedra, y
encerrarlo en el Kukenán. Desde entonces, nadie va a inquietar
al tepuy, salvo algún alma valiente, aventurera, e
irresponsable, pues los caminos son mucho más difíciles
que en Roraima. Kukenán es llamado por los pemones
“Matawi-Tepuy”, término indígena que tiene
varios significados: “Si subes te mueres”, “me quito
la vida”, o “agua sucia”. Nosotros constatamos que
nadie tomaba el camino al Kukenán. También indagamos
sobre desapariciones de exploradores en su cima. Aunque se montaron
operativos con los guardaparques de Canaima, apoyados con helicopteros,
espeleólogos y hasta buzos ―pues hay allí, al igual que
Roraima, hay ríos y pequeños lagos subterráneos―
no encontraron a nadie..
La belleza del Kukenán (ver foto arriba), visto desde el sendero
que asciende a Roraima, oculta ese aspecto sombrío y misterioso.
Debo decir que el viejo relato pemón nos recordó los
cristales verdes de poder que han mencionado los Guías
extraterrestres como “prisión” de entidades de
origen reptiloide, como sabemos, vinculadas a ciertos episodios
bélicos y de conspiración dentro del controvertido Plan
Cósmico. ¿El Kukenán, al igual que Paititi,
Roncador, Shasta o la Isla de Pascua, es otra
“prisión” más? ¿La Hermandad Blanca de
Roraima vigila ese sector, evitando que alguien se aproxime? No me
sorprendería si fuese así.
Nuris, una profesora de yoga venezolana y guía de la Gran
Sabana, que se sumó por una experiencia personal, a
último minuto, a nuestra expedición, nos dijo que el
Kukenán no tenía gratuitamente esa fama, pues allí
habían sucedido muchas cosas “inexplicables”.
Según ella, si se lograba convencer a un indio que nos
llevará a la cima, nos dejaría allí y se
volvería a Santa Elena de Uairén, pues temen pasar la
noche, ya que escuchan voces y suelen ver sombras.
Pero los indios, y más tarde Marrero, nos confirmaron que esas
sensaciones sólo ocurren en un sector del Kukenán, y por
desgracia el único al que puede acceder el caminante, ya que
debido a una gran grieta que divide al tepuy en dos, la otra
área, ajena a estas situaciones, se halla aislada de los
visitantes… Como si este capricho de la naturaleza fuese adrede
para proteger un lugar al que sólo se puede llegar por
helicóptero.
“En Roraima la cosa es diferente” ―nos decía
“Alex”, nuestro guía pemón― pues todo el
lugar es como un templo, muy silencioso. Muchas personas vuelven
aquí pues dicen que sienten una bella energía”.
Alex también sostuvo que existen “puertas de
energía” en un sector de las paredes del Roraima, en una
zona donde se pueden ver algunos símbolos que recuerdan el muro
de Pusharo de Paititi. Y como no podía ser de otra forma,
también se hallan “accesos” al mundo
subterráneo a través de las cascadas. Uno de los
principales, se encontraría en el Kukenán, tras la
principal caída de agua. Pero como es de esperarse, a nadie se
le ocurre siquiera intentarlo…
Pasamos un buen tiempo charlando sobre estos temas y recopilando
información de la mano de los pemones. En la caverna las
meditaciones y prácticas fueron especiales pues el lugar
favorecía el silencio y la quietud.
Allí haríamos un trabajo de conexión con el disco solar de Roraima.
RORAIMA Y LOS DISCOS SOLARES
Los discos solares, de acuerdo a los Guías extraterrestres, se “activan” con la presencia humana.
Más aún si el peregrino está sintonizado con la
frecuencia de esta red que une Monte Shasta con la Antártida.
Por ello, más que complicados trabajos, la presencia
física en el lugar, en la actitud correcta, permite el
“despertar” de estas herramientas cósmicas. La Red
del Tiempo, como denominan los extraterrestres a estos 13 discos, no ha
sido diseñada exactamente para “salvar” al planeta
del supuesto fin del mundo en 2012. Todos sabemos que esa fecha,
mencionada en las profecías mayas, es sólo una coordenada
que marca el inicio de una nueva etapa para la humanidad. Si bien es
cierto ese tránsito está siendo acompañado por una
serie de cambios a todos los niveles, ello no quiero decir que por
más oscuro que se ponga el panorama será el fin de
nuestra especie y el planeta. Los discos solares fueron
diseñados y colocados en las Américas y Antártida
para generar una red de trabajo energético que ayudara a la
Tierra en su transición al Real Tiempo del Universo. No sabemos
si precisamente el 21 de diciembre de 2012 ya estaremos fluyendo en esa
otra realidad ―personalmente, yo no lo veo así―, pero todo
parece indicar que a partir de esa fecha el rumbo del planeta se
orientará hacia la matrix de la Creación. Pero lo que
sabemos es que parte de estos cambios involucran sin duda alguna el
campo magnético de la Tierra. Ya la NASA tuvo que aceptar en
diciembre de 2008 que sus sondas espaciales Themis detectaron una
grieta gigante en él. Lo habían empezado a sospechar
cuando sus trasbordadores y satélites reportaban fallas
técnicas al ingresar al planeta por los cielos de
Sudamérica…
En algunas ocasiones se me ha preguntado por qué la
mayoría de los discos solares se encuentran en
Sudamérica, y no en otros puntos del mundo. Ciertamente, tal y
como los Guías nos explicaron en mensajes psicográficos
recibidos por diferentes antenas, existen discos de poder en diversos
lugares del mundo, pero la historia y función de todos ellos no
es la misma. Los 13 discos que componen la Red del Tiempo están
unidos por una historia común y poseen la misma función
que mencioné líneas atrás: crear una red de
energía que estabilice al planeta. Y ello involucra,
especialmente, la magnetosfera, nuestro escudo protector cósmico
que incide decisivamente en el clima y, por encima de todo, en el
“orden” de todas las formas de vida, nosotros incluidos,
desde luego. Si las energías del agujero negro supermasivo que
se encuentra en el centro de la galaxia está afectando al Sol y
a la Tierra con estos cambios, como ha demostrada la NASA gracias al
sistema de rayos X del Chandra, ¿será posible que algo
más que el campo magnético de la Tierra se vea afectado?
¿Estas radiaciones podrían afectar el campo
magnético personal de los seres humanos o “aura”?
¿Podrían afectar el campo magnético cerebral, que
a decir de algunos científicos, es el “asiento de la
consciencia”? ¿Por qué la disminución del
campo magnético se encuentra principalmente sobre
Sudamérica? ¿Y por qué la mayoría de los
discos solares se halla en ese continente? Todo indica que la
ubicación de los discos solares obedece a un plan perfectamente
trazado.
Imagen: Los puntos rojos representan la ubicación de los Discos
Solares o Red del Tiempo. Al lado, un reporte de la NASA sobre las
anomalías magnéticas que se han venido detectando en sus
ingenios espaciales, precisamente sobre América del Sur.
A lo largo de estos años hemos recopilado abundante material que
explica y confirma por qué los discos solares se hallan ubicados
de esa forma estratégica, todos ellos emplazados en poderosos
lugares de poder bajo la atenta custodia de la Hermandad Blanca. En
Roraima, la noche del 8 de agosto, realizaríamos un trabajo de
conexión con el disco solar que se hallaría en el
interior del Gran Tepuy.
Pero antes de realizar ese trabajo, los guardianes del lugar se hicieron sentir…
AMAIKOK: UNA RAZA INTRATERRENA
Nos hallábamos meditando en la caverna. El silencio, solo
inquietado por el transcurrir del agua que fluye
subterráneamente y la cascada, era el marco propicio para
nuestro trabajo. A través de la percepción
psíquica procuramos conectarnos con el corazón de Roraima
y la Hermandad Blanca. Nos sentíamos acompañados.
Sabíamos que no estábamos solos.
En ese momento, Nuris, nuestra compañera venezolana, vio algo
moverse en medio de una de las “ventanas” de la caverna y,
asustada, se cubrió con la bolsa de dormir.
―¿Qué sucedió?
―le dijimos intrigados.
―Sentía que algo nos observaba, y entonces fue que lo vi…
Era una pequeña criatura, como un hombrecito, que se estaba
asomando desde la “ventana” ―Nuris, sensible, dejo escapar
unas lágrimas de emoción.
―Quédate tranquila
―procuramos calmarla
―sabemos quiénes son ellos, no tienen malas intenciones, jamás nos lastimarían.
―Lo sé ―nos contestó
―, y eso es lo que me duele. Sé que son seres positivos. Los
indios saben de ellos. Siempre quise tener una experiencia así y
ahora que sucede, mírenme, estoy nerviosa, no he reaccionado
bien…
Le explicamos entonces que estas reacciones a lo desconocido eran
naturales, pues a nosotros mismos nos ha ocurrido. Fue allí que
decidimos hablarle de los Sunkies y de nuestra experiencia en la Cueva
de los Tayos. Nuris escuchó atentamente y se calmó. Es
una mujer muy preparada y sensible. Y no en vano le ocurrió esto
a ella, pues desde niña había tenido experiencias en
sueños y hasta un avistamiento ovni muy próximo. Las
cosas siempre ocurren por algo.
Luego de la charla, la sensación de estar siendo observados
continuaba. Obedeciendo a una intuición decidí pararme y
acercarme a una zona de la caverna donde hay una suerte de pasillo que
se interna, como siguiendo la fuente del agua que discurría bajo
el suelo. Al aproximarme algo me hizo mirar hacia una roca casi al
final de ese pasillo. La tenue luz de las lámparas de keroseno
iluminaba suavemente y de forma indirecta ese sector que tanto me
llamaba la atención. Y así, de pronto salió por
detrás de la roca una pequeña criatura, de cabeza
ligeramente más grande que el cuerpo, profundos ojos negros y
brazos delgados. Era un Sunkie. Ya los había visto en la Cueva
de los Tayos. Y en esta ocasión la sensación que tuve es
que ellos “ya nos conocían”. Esto duró apenas
unos instantes, y el pequeño ser se movió rápido,
como si fuese un niño jugando, ágil y saltarín,
hacia el otro lado del pasillo que debido a la oscuridad ya no
podía ver. Ciertamente, los indios Pemones saben de la
existencia de estos seres, guardianes de las entradas del mundo
subterráneo de Roraima. Les llaman “Amaikok”, y
dicen que son criaturas bondadosas que en más de una
ocasión han auxiliado a exploradores extraviados,
dándoles incluso de beber, tal y como ocurriera con Juan Moricz
al interior de la Cueva de los Tayos. Pero esa, es otra historia…
Fuente: http://www.legadocosmico.com/roraima.html
diciembre de 2009
Rev. Dig. UNIVERSO Nueva Era |
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