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Sai Baba:
El Blanco Perfecto
Por Lic. José A. Cabezas D.
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En
nuestra cultura judeo-cristiana, la primera persona de correcto actuar
que nos menciona La Biblia fue asesinada ni más ni menos que a
manos de su propio hermano. Y su último protagonista, Hijo de
Dios, fue torturado y crucificado a muy pocos años de predicar
el amor y el perdón.
Entre ambos existió una gama de personajes quienes se ocuparon
de algo semejante y también corrieron con persecuciones atroces.
Lot, el único justo en Sodoma, al menos salvó su vida,
pero tuvo que perderlo todo.
El profeta Elías deseó morirse y tuvo que huir al
desierto cuando la Reina Jezabel ordenó su asesinato, y
Moisés, no bien subió un ratito al Sinaí a hablar
con Dios, el pueblo al que había libertado se volvió en
su contra con cinismo y ferocidad. San Pablo, quien con su
prédica cimentó al cristianismo, fue decapitado, y San
Pedro, a quien el mismo Pablo llamó “pastor universal de
ovejas”, fue crucificado boca abajo, para más detalles.
Los abundantes ejemplos bíblicos están “a la
carta”, para demostrarnos que cada vez que alguien nos trae un
mensaje de Dios, paga duramente esa osadía. Fuera de ese libro
sagrado, la cosa no es menos abundante.
Sócrates debió de tomarse un veneno, condenado por
“corromper a la juventud” al criticar al sistema; Mahoma
llegó a pasar el “año de la tristeza” cuando
fue repudiado por su propio clan al oponerse a su politeísmo.
El Dalai Lama fue lanzado de su hogar y vive condenado a andar como
gitano; Confucio, máximo arquitecto de la conducta correcta en
Oriente, fue destituido como Ministro de Justicia en la provincia de Lu
por tratar de ponerla en práctica, vagó buscando un
príncipe justo que lo adoptara y murió convencido de su
fracaso.
Otros seres quienes hablaron del amor fueron más afortunados que
Ghandi y Luther King, quizá porque no aspiraron más que a
barrer los pisos del convento como San Martín de Porres, o a
vivir en la mayor austeridad, como San Francisco de Asís.
Estremece dar un paseo por Internet y leer los señalamientos de
“terrorífica, embustera y genocida” que muchas
páginas le hacen a la Madre Teresa de Calcuta.
El Vaticano anda en carreras para impedir la puesta en cartelera de la
última producción de Holywood que pinta a Jesús
como gay. Parece que no nos bastó con crucificarle. Dos
mil años y seguimos acusándolo.
Hace 85 años nació en el más humilde de los
pueblos de la India, Sathyanarayana Raju, conocido luego como Sathya
Sai Baba. En toda su vida no hizo otra cosa que derramar caridad tras
caridad a los miserables de su país, creando
kilómetros incontables de cañerías.
Les llevó la salud por medio de enormes hospitales, algunos
calificados en el top 10 del mundo, sin que en ninguno de ellos se
cobre un centavo por alguna operación de las realizadas por los
mejores médicos del planeta, quienes llegan a donar su mes de
servicio voluntario.
Fundó casi tres mil centros educativos gratuitos que se
distinguen por hacer prevalecer, junto con los mejores conocimientos
científicos, un sistema de valores humanos. No puede haber,
según Sai Baba, educación sin principios y sus egresados
entienden que ganar dinero jamás está por encima de
servir a la sociedad.
Fue seguido de cientos de millones de seguidores en el mundo, por lo
que hubiera podido andar por todo el planeta dando su mensaje
transformador y gozando de los mejores hoteles, ganando fama y fortuna.
Sin embargo, vivía en un cuartito pequeño en el mismo
pueblo que lo vio nacer; y la exigencia para las organizaciones que lo
representan en más de 170 países ha sido determinante:
realizar incansable servicio personal sin solicitar fondos.
Quien lo iba a ver a su Ashram podía vivir austera pero
dignamente con apenas tres o cuatro dólares al día.
¿Cómo lograba materializar su obra? Se preocupaba porque
el dinero fuera poco para que el amor lo reprodujese. Si no creemos que
el amor obra milagros, no es culpa del maestro.
Dicen que se autoproclamó como un “Dios encarnado”.
Pues… ¡sí y no! Lo que dijo hace 70 años es
que al ser hijos de Dios, somos todos “encarnaciones del mismo
amor” y él no se excluyó.
¿No nos dijo Jesús lo mismo con otras palabras? Si
lográramos ver a Dios en el prójimo habría menos
violencia. Apenas logró despuntar su popularidad, fue acusado
por abusos sexuales, coincidentemente cuando había llegado a su
elevada senilidad, e igual que a Jesús, por uno que otro de sus
más allegados.
La historia no parece cambiar. Desde los Estados Unidos, en donde
cualquier aventura es posible por ganar dinero, alguien lo
denunció y quedó aplastado por una sentencia que
él ni quiso publicitar.
En fin… Que destiló consejos y consejos recopilados en
unos mil libros, sin contradecir a ninguna religión, sino,
más bien, recogiendo todo lo bueno de ellas. Un fenómeno
que interesa: el cristiano quien ha encontrado a Sai Baba, ha visto
fortalecer su fe en Cristo.
Un tema nos queda por fuera: miles, literalmente miles de milagros de
todas las especies que se puedan concebir han sido documentados
alrededor del mundo; pero por cada sanación o fatalidad
resuelta, alguien en alguna parte y desde la oscuridad de su alma,
quiere denigrarlo.
Al darse la noticia de su muerte el pasado domingo, medios de prensa
internacionales agregan como “coletilla”, aseveraciones
infames. ¡Por supuesto! Es que entre mejor sea un ser, resulta un
blanco más fácil. Los cinco mil años de historia
humana nos lo demuestran.
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mayo de 2011
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