Encontrar el lugar
de nacimiento de los refranes populares es una tarea ardua y, seguramente, un
trabajo interesante porque ellos, en muchos casos, guardan un legado de
sabiduría que se transmite de generación en generación, de padres a hijos.
¿Sabiduría popular? ¿Un pedazo de nuestra historia? ¿O es sólo una vieja, y
bastante vieja, superstición? Uy…. Ya me imagino la
cara de muchos. A veces mejor quedarse sin obtener las respuestas a ciertas
preguntas, especialmente a una como esta ¿Vuelan o no vuelan? Claro, sería mucho
más simple decir que es superchería, que estos viejos refranes o dichos
populares, nada tienen que ver con los avances de este maravilloso y tecnológico
siglo y así se zanjaría el tema….
Pero, y siempre hay un pero, no
haríamos justicia a los refranes, ni a quien, en su momento, los dijo, pero
claro, no estamos aquí para hacer justicia a las brujas con sus escobas, sin
ofenderlas, en cuanto yo sería la primera en montarme en
una.
Ya me estoy perdiendo en mi
imaginación, retomemos el asunto que nos importa, no es que sí las brujas
vuelan, es entender qué hay de cierto en los refranes, qué hizo que se
difundieran y qué hace que, aún hoy, despierten pasiones y controversias. Para
aclararlo debemos dar un paso a tras en el tiempo y remontarnos a los akelarres (del vasco akelarre,
"aker" = macho cabrío y "larre" = campo), término para designar el lugar donde las
brujas celebraban (¿o celebran?) sus reuniones y sus rituales.
La palabra akelarre o aquelarre abre nuestra imaginación a otros
tiempos en donde las mujeres eran poseedoras de un vasto conocimiento en hierbas
medicinales, que sabían como interactuar con la Madre Naturaleza,
respetando el momento justo para recolectar las hierbas que eran más tarde
utilizadas para la realización de los ungüentos y pócimas. ¿Pócimas que les
dieran la sensación de volar?
Pero en lo que respecta al objeto
de nuestro estudio está aquí, en el lugar que me ha acogido, La Palma. Gran parte de las tradiciones isleñas canarias son
una reminiscencia de las prácticas mágicas de los aborígenes, con su ‘guayota’
(nombre que recibía una de las entidades mitológicas
malignas) y ‘aranfaibos’, mujeres adivinadoras, especie de sibilas, y
apariciones misteriosas a manera de ‘tibisenas’
(guacanchas en la mitología guanche,
eran demonios o genios malignos en forma de perros oscuros), pavas, gallinas,
becerros, puercos...,
Respecto
al motivo del artículo, se dice que fueron las moriscas las primeras santiguadoras con sus prácticas,
conjuros, ligamentos, etc. En ellas tienen su origen muchas de las prácticas de
brujería. Una muestra es el conjuro-oración que introdujo en Gran Canaria,
finalizando el s. XV, la morisca nacida en Sevilla, Isabel Ramírez, conocida por
la Forfalana.
Brujas, hechiceras,
santiguadoras, grandes conocedoras de los ciclos lunares y de sus múltiples
beneficios, de las hierbas y plantas, mujeres, al fin, que sabían como agradecer
al Universo, con rituales mágicos si se quiere; mágico, porque es el ingrediente
que le daba su eficacia.
Hoy
hemos de agradecer a aquellas mujeres los conocimientos que nos legaron y la
simiente que sembraron en otras mujeres en el uso de plantas como la belladona,
el cornezuelo, la dedalera,... con fines terapéuticos, la capacidad de
curar.
Los rituales no son otros que
actos de respeto y agradecimiento por lo que la Madre Naturaleza pone
a nuestra disposición. No es nada raro escuchar hablar en la isla de curanderos
y curanderas, hombres y mujeres que conocen el arte de las hierbas y de santiguadores y santiguadoras que, con
ensalmos son capaces de curar tal y cual enfermedad. Muy común es el santiguado
para quitar el sol,
es decir, la enfermedad debida a la exposición prolongada a los rayos solares,
que se hace poniendo un paño doblado sobre la cabeza del paciente y encima un
vaso con agua mientras se hacen cruces en ella y se
reza:
"Sol, sol, vete al sol,
deja a (nombre del
paciente) su resplandor.
Hombre santo nómine,
quita el sol y aire si hay.
Así como el mar no
está sin agua,
ni el monte sin leña,
ni el cielo sin ti,
rosa de
Cristo,
coge tus rayos
y vete de
aquí"
Y
por recomendación del santiguador se tiene que rezar un Credo al terminar y
repetir durante 3 días. O quien sabe curar con las manos una torcedura mientras,
en silencio, reza o mira al cielo con una mirada perdida. Lo que si podemos
constatar es que funcionan, aún cuando la medicina oficial se sigue preguntando
cómo lo hace.
En el
santiguado se recitan y se ponen en boca de las personas, verdades y oraciones
santas, como preámbulo a la práctica. Esta práctica está muy arraigada en todas
las clases sociales. Podemos distinguir dos tipos de santiguados: el realizado
por santiguadores de buena fe, que practican su santiguado por el mero hecho de
hacer el bien a la
Humanidad, devolviendo la salud a los enfermos que a ellos
acuden y el de los santiguadores metalizados, que hacen de su práctica
supersticiosa una industria para atrapar y sorprender a los fanáticos. De lo que
antecede, parte la creencia de que hay
dos clases de espíritus: buenos y malos; creencia que hizo que los
filósofos alejandrinos clasificaran la Magia en dos tipos: la Teurgia (o Magia
bienhechora) y la Goecia (o Magia malhechora); magias que en
la Edad
Media se las llamaba, respectivamente, Magia Blanca y Magia
Negra, degenerando esta última en una mal llamada
brujería.
Si se
quiere, se puede analizar los Legajos del Archivo del Tribunal del Santo Oficio
de Canarias, donde se puede ver que no faltaban santiguados como el del bien querer, la oración para ligar, la oración de
la sal, la oración del ánima sola, la oración del ánima fiel, las oraciones de
Santa Marta, Santa Elena, Santa Magdalena, de Doña Maria de
Padilla...
Entre
1499 y 1714 fueron denunciadas por hechicería 1.136 mujeres frente a 109
hombres. El término bruja no aparece sino hasta 1529, y aunque no parece
establecerse una delimitación clara entre las brujas y las hechiceras, parece
que hay rasgos de las brujas (volar, chupar las sangre de los recién
nacidos,...) que las hechiceras no los practicaban. Aunque ambas prácticas son
consideradas maléficas, por los inquisidores, la hechicería puede tener un
carácter benéfico y curativo, aunque lo más normal es que se utilice para atraer
o conservar el amor de una persona, para adivinaciones o curaciones, las
santiguadoras.
Y
finalmente, ya para esclarecer lo hechos y reivindicar a las brujas (por cierto,
obligadas en las iconografías oficiales ya para identificarlas o para acallar
sus conciencia, a lucir esos atuendos sin ninguna gracia con los que se las
representaba, y, de paso, con verruga y todo), es justo y necesario hacer, una
vez más, un pequeño salto histórico hasta llegar a la
Edad Media y a la elaboración del pan de
centeno, un cereal muy utilizado en esa época y de cómo de él procedía el ergot, un potente alucinógeno (y muy peligroso, pues basta
recordar la enfermad denominada Fuego de San Antonio), con el cual untaban el
palo de escoba, entre otras cosas, y ….creo que llegada a este punto relatar el procedimiento usado para
introducir la droga en su cuerpo no tiene el menor sentido, como tampoco lo
tiene el constituirnos como parte acusadora y condenar unas prácticas de las
cuales ignoramos su verdadera finalidad.
Rituales que realizaban,
lejos de la vista de curiosos, en parajes inolvidables (como el Llano de las
Brujas, en La
Palma, mostrado en la fotografía), donde las nubes parecen
querer hablarnos y que, hoy en día, siguen siendo lugares visitados, donde poder
conectar con lo mágico.
No hay rincón de La Palma que no invite a la
meditación, a la reflexión, lugares que parecen susurrarnos que simplemente
detengamos nuestros pasos de viajeros apresurados y que nos dejemos envolver por
la neblina, las nubes y los sonidos de la Naturaleza, y sí a lo lejos vemos
o escuchamos voces, no tengamos temor, seguramente es el canto y las risas de
quienes están o estuvieron compartiendo este mismo instante que nosotros o es
que “de que vuelan,
vuelan”.
|