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LA LUNA Y NUESTRO NIÑO INTERIOR
Por astr. Rosa Pezzuti - La Palma, Islas Canarias
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¿Quién, en un momento dado de su vida, no se ha
quedado embelesado viendo la Luna pero, sin pensar, al menos no todos, en ese
momento, que este satélite natural de la Tierra encierra la clave para entender
la naturaleza de nuestras necesidades afectivas, de nuestros desvelos y de ese
niño interior que ya es famoso?
¿He roto el encanto o, simplemente, lo he enriquecido?
Hablando ya en términos astrológicos, la Luna, por su signo, por la Casa que
ocupa y por los aspectos que forma en el rádix, junto con la Casa que contiene
a Cáncer en la cúspide, nos brinda una valiosa información referente a cómo nos
manejamos emocionalmente, de cómo vamos por el mundo dando y recibiendo
alimento.
La Luna puede compararse con un gigantesco termómetro
emocional, el instrumento para medir y entender nuestras necesidades de
nutrición afectiva y ya ven que, por ser el único satélite natural de la Tierra
y el quinto satélite más grande del Sistema Solar, no puede pasar desapercibido,
aunque lo intentemos.
A la Luna se le alaba con cantos, considerada por los
poetas como misteriosa, fascinante, incomprendida ¿será porque lleva dentro
nuestro niño interior sediento de ser nutrido y comprendido? No es de extrañar,
en cuanto que, en la carta, el arquetipo
del niño es la Luna; ella es nuestra llave principal que puede abrir el cerrojo
de la puerta que lo encierra. Ese niño que sigue estando siempre presente aun
cuando se supone que ya somos adultos; negar o reprimir al niño que hay en
nosotros equivale a reprimir lo que clama y no es más que la atención amorosa,
el cuidado y la satisfacción emocional que necesitamos y que, erróneamente,
buscamos fuera o culpabilizamos a otros. Provocando que, cada vez, estemos más
confusos y enfadados. Lo que sucede, entonces, es que vamos depositando, en la
sombra, los malestares que están siempre al acecho.
La psicoterapia, el psicoanálisis y, ahora más que
nunca, la psicoastrología aportando su granito de arena, se concentran en el
intento de sacar a la superficie nuestras necesidades no satisfechas, a fin de
que podamos identificarlas, dándoles nombre y, muchas veces, apellido,
recuperando las proyecciones y las expectativas que hemos depositado en los
demás; ya que para la mayoría no es usual pensar que el principal aporte de
nutrición afectiva debería venirnos de dentro. Recuperar nuestras proyecciones
significa rencontrarnos a nosotros mismos, aceptando que allí afuera no está lo
que sea que buscas, sino que está dentro de ti.
Nos podemos pasar una gran parte de la vida adoptando
el papel arquetípico del superyó o del cínico, levantando barreras y
restricciones sin darle un respiro a nuestra Luna, tachándola de débil si
muestra su verdadera cara, por ejemplo, la Luna puede quejarse de sentirse sola
y desamparada. De aquí que surjan los conflictos. De forma inconsciente
maltratamos a nuestro niño interior cada vez que no le prestamos atención, cada
vez que pasamos por alto los lloriqueos o sus legítimas necesidades.
Uno de los pasos para llegar a vislumbrar a nuestro
niño interior es estudiar en qué elemento se encuentra nuestra Luna en el
rádix; según en qué elemento se encuentre, tendrá necesidades muy diferentes,
tan sólo con este simple y básico análisis por los cuatro elementos, ya podemos
hacernos una idea de las distintas formas de comportamiento.
Por ejemplo, una Luna en un signo de Tierra, en líneas
generales, con respecto al amor, dice: “si
me amas, demuéstrame tu amor con cosas reales y tangibles, abrázame, tócame”;
muy diferente al comportamiento de una Luna en un signo de Fuego que diría algo
así: “Si me amas sé valiente, mira
siempre adelante, arriésgate, hagamos cosas estimulantes”. Dicho de otra
manera, es importante entender que cada uno de nosotros tiene su propia forma
de expresión, su bagaje emocional.
Como he dicho, este análisis está tan solo en una
primera aproximación, si a este estudio de la Luna por los cuatros elementos le
agregamos el signo que le corresponda en la carta, nos percataremos aún más lo
sutil y compleja que puede llegar a ser su naturaleza. Tomemos, por ejemplo, una Luna en Piscis y una Luna
en Cáncer, aun perteneciendo al mismo elemento agua, debemos desentrañar lo que
a primera vista no vemos, ambas lunas son, por su naturaleza, sensibles,
tiernas y amorosas, pero lo que guarda una no es necesariamente lo que tiene la
otra, es decir el mensaje que tiene la Luna en Piscis es que está bien
compadecerse pero no sólo por nosotros mismos como lo haría una Luna en Cáncer,
sino en un sentido más amplio y universal. Lo que nos lleva a ver que las dos
si poseen el carácter afectuoso, nutriente y sin embargo existe una forma distinta
de percibirlo o de expresarlo, recordemos que una es mutable y la otra
cardinal.
Quiero recalcar que estamos sólo rozando la superficie
de un aspecto y por ende debemos ser muy abiertos.
Contactar con nuestro niño interior es ir hasta la
fuente de nuestras creencias más arraigadas y la Luna, en su papel arquetípico,
nos puede guiar en esa primera toma de conciencia o, por lo menos, nos
ayuda a orientar mejor las pautas a
seguir cuando buscamos soluciones.
Hemos aprisionado por mucho tiempo nuestro niño
interior en la sombra, es hora de recuperar la llave que lo ha mantenido
alejado, aunque podamos pensar que escapa a nuestro entendimiento, que está
fuera de nuestro alcance, que no lo comprendemos, que corresponde a otros
rescatarlo y un sinfín de noes.
Lo que en el fondo necesitamos, aunque es más fácil
decirlo que hacerlo, es dar un primer
paso fuera de nuestro círculo habitual, lo que corresponde como
zona de
comodidad y observar qué hay más allá de
él. ¿Pero, quién dijo que el camino a la
comprensión, que equivale a la toma de
conciencia de sí mismo, fuera cosa fácil? |
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octubre de 2012
Rev. Dig. UNIVERSO Nueva Era
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