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La historia es cierta:
Todo lo que somos y todo lo que fuimos comenzó en Pangea. Ya sabéis que era Pangea. Habéis oído historias
del Jardín del Edén; eso es lo mejor que los humanos
pudieron hacer tratando de recordarlo. Podéis percibir destellos
en vuestros sueños,
y a veces oléis algo; tal vez el aroma de una planta saludable, o algo
en el olor de vuestra presa; y casi recordáis. Los olores son lo mas
difícil de olvidar. ¿Pero no podéis recordarlo del todo, no? Tan solo
los primeros de los nuestros caminaron por Pangea.
Y ellos fueron quienes tuvieron que destruirla.
¿Podéis recordar el olor? El mundo era fresco y estaba
lleno de promesas. Los espíritus podían entrar en el reino de la carne
fácilmente, y los animales y los humanos podían entrar en la
refrescante sombra del mundo. Pangea no era la unión de continentes de
la que hablan los geólogos, sino el mundo en su primera forma. Los
humanos y los espíritus compartían un mismo lenguaje, la Primera
Lengua. No podemos recordar si Pangea era un tiempo, un lugar o ambos. Todo lo que podemos recordar es que era glorioso, y se perdió.
Cuando Pangea estaba en su esplendor, su belleza sedujo al corazón de la Luna.
La Luna, Amahan Iduth, creció fascinada por el mundo que crecía debajo
suyo. Tomó la forma de una mujer de carne y descendió a la tierra.
Caminó por las junglas y nadó en los mares. Era la criatura más bella
del mundo y tenía incontables pretendientes. El más grande y el más
valeroso era Padre Lobo.
Pangea era gloriosa, pero no era un mundo de paz perfecta y
amabilidad. Era un mundo de cazadores. El león aún cazaba al cordero;
los espíritus tomaban lo que necesitaban del mundo de la carne. La
muerte formaba parte de este paraíso de cazadores, y el mayor de todos los cazadores era Padre Lobo. Era un guerrero del Mundo de la Sombra y del Mundo Fangoso de aire y tierra.
Deambulaba por las fronteras del mundo físico, manteniendo todo en su
lugar. Los espíritus deambulaban por el mundo de la carne, pero no
demasiado tiempo. Padre Lobo estaba demasiado preparado para cazar a un
espíritu que se había excedido en su visita. Cuando era necesario, sus
dientes y sus garras empujaban a los mortales y animales de regreso a
la seguridad relativa del mundo de la carne, si se adentraban demasiado
en el mundo espiritual. Su corazón ardía con fuerza y convicción
sobrenaturales, una rabia justa que lo hacía imparable. Pero él era el
señor de esa rabia. El fue el primero entre nosotros, y fue mas grande
que ninguno.
Padre Lobo amaba Madre Luna mientras ella surcaba los
cielos, y se vio lleno de gozo y amor cuando se la encontró mientras
ella andaba por las fronteras entre el mundo espiritual y el físico. No
era el único con estos sentimientos. Por su parte, Madre Luna descubrió
que Padre Lobo era valiente, fuerte y hermoso, y también lo
amó. Se conocieron el uno al otro, y ella le dio hijos que eran carne y
espíritu, los primeros hombre-lobos. Aunque ella vestía un cuerpo
humano, Madre Luna engendró los primeros hombre-lobos como una camada
de nueve cachorros, augurando su futuro destino.
De Madre Luna nuestros ancestros ganaron el poder de cambiar de forma, al igual que ella cambia la suya cada mes. De Padre Lobo ganaron sentidos, fuerza y velocidad más allá de la de los lobos nacidos de la carne. De ambos padres ganaron una medida de poder espiritual, pues Madre Luna era la reina del Mundo de la Sombra y Padre Lobo era el Señor de las Marcas Fronterizas.
Después de dar a luz, La Luna regresó a los cielos, y Padre Lobo crió la Primera Manada. Enseñó a los primeros Hombre-Lobo
los caminos del lobo y del hombre, de la carne y del espíritu. Les
mostró los caminos del Reino de la Sombra a través del bosque, la
montaña o el desierto, al mundo de la carne, hacia los hogares tribales
de los hombres.
Padre Lobo crió la Primera Manada para que le ayudaran en sus deberes de guardián
de las Marcas Fronterizas. Ellos aceptaron estos deberes y ayudaron a
traer el orden al mundo espiritual y al mundo fangoso. Eran pastores de
humanos, animales y espíritus. Seleccionaban cualquier rebaño, tribu o
manada que crecía demasiado grande o demasiado peligroso, manteniendo
el equilibrio en todas las cosas.
Por supuesto, algunos espíritus y algunas tribus de humanos no se
tomaron muy bien que Padre Lobo y la Primera Manada los vigilaran.
Algunos pelearon, y a través de la fuerza del numero, magia o fuerza,
algunos no morirían fácilmente. Padre Lobo y su manada expulsaron a los
peores a los confines lejanos del mundo espiritual salvaje, incluyendo
espíritus poderosos, sirvientes menores de esos espíritus, y tribus de
hombres que veneraban poderes oscuros y cometían crímenes blasfemos.
Otros, como el Rey Plaga o la Abuela Tejedora se oponían a Padre Lobo
cuando podían y partieron cuando comprendieron que no podían
enfrentarse a su Manada entera.
Éramos los señores del mundo del alba. Nuestra gran fuerza
y nuestra habilidad para tomar distintas formas nos permitían dominar
cualquier hombre o criatura. Pocos depredadores nos podían retar.
Ninguna presa podía resistirse. Incluso los mamut más fuertes y los
depredadores mas fieros de esa era no eran rival para una manada de
hombres-lobo. Fue un tiempo oscuro para los humanos, pero fue nuestra
era de gloria, una edad de oro teñida con la sangre brillante de
nuestra presa.
Como toda edad de oro, estaba condenada.
Veréis, comenzó con Padre Lobo. Antes de nuestro tiempo, antes
que los humanos se levantaran y cuando la mayoría de los espíritus eran
aun jóvenes y débiles, tan solo Padre Lobo era necesario para mantener
los mundos en orden. Ningún espíritu podía permanecer demasiado tiempo
en el mundo físico u obtener demasiado poder. El poder personal de Padre Lobo disminuyo
un poco a medida que engendro progenie con Madre Luna y en otros
espíritus. Pero aun era fuerte y rápido... durante un
tiempo.
Tuvieron que pasar muchos, muchos años, más de los que pueden
contarse, pero gradualmente Padre Lobo comenzó a perder fuerza y
velocidad. Sus colmillos comenzaron a embotarse, y su sabiduría no
llegaba tan lejos. Más y más espíritus escapaban a su percepción,
instaurando terribles reinos entre los humanos e hinchándose de
poder. Cuando atrapaba a estos aspirantes a dioses de sufrimiento y
glotonería, necesitaba más tiempo para acabar con ellos. Algunos
incluso escapaban, debilitados por el combate, pero libres de
todas maneras. Gradualmente, Pangea se estaba convirtiendo en un
paraíso para los espíritus y para aquellos humanos que aceptaban su
gobierno, y un purgatorio para el resto. Nuestros padres y madres
ancestrales veían todo esto, y la duda comenzaba a corroerles.
¿Que ocurre cuando una manada
de lobos comienza a fallar en su caza porqué su alfa es demasiado
débil, demasiado lento, demasiado ciego para dirigir?
O bien la manada muere, o el alfa debe ser reemplazado.
Esa pregunta fue la misma que se hicieron nuestros ancestros, pero las
apuestas eran el mundo entero. Lo que sucedió a continuación fue una
cosa horrible que no tendría que haber sido necesaria... pero lo fue.
Cada espíritu tiene sus prohibiciones, leyes inviolables
que gobiernan su propia naturaleza. A un espíritu del dolor le es
imposible curar una criatura viviente; a un espíritu-tiburón le es
imposible descansar. Padre Lobo era uno de los espíritus mas poderosos
de la Creación, pero hasta él tenía una prohibición. Sentía una
conexión tan grande hacia su deber, que no podía cerrar sus ojos hasta
que alguien pudiera tomar su lugar. La fuerza de su prohibición era
tal, que si alguien que fuera capaz de hacerlo se levantara contra él,
Padre Lobo no podría defenderse.
Por supuesto, los mejor preparados para tomar el lugar de Padre Lobo eran sus propios hijos.
Las historias de esta época dejan claro que Padre Lobo podía
emplear sus garras y sus colmillos contra sus hijos en enfrentamientos
ordinarios por el dominio. Pero si la manada de Padre Lobo realmente
quisiera darle un golpe mortal contra el, su propia naturaleza lo
dejaba indefenso. El no seria capaz de defenderse activamente contra
tal traición, y su denso pelaje y sus poderosos músculos no serian de
más ayuda que el viento y la lluvia. De modo que el único modo de
derrocar a Padre Lobo era atacándolo a muerte.
Lo asesinamos.
Con su último aliento, Padre Lobo lanzo un aullido que estremeció
a ambos mundos. Los humanos se colapsaron lloriqueando ante el sonido
que lleno sus corazones de terror. Los espíritus se ocultaron,
aterrorizados que algo hubiera sido capaz de matar al gran
espíritu-lobo implacable. Se dice que el hombre-lobo que lanzo el golpe
mortal murió al instante a causa del peso emocional del aullido. Tras
escuchar el aullido de muerte de su amante favorito, la propia Luna
lloro de angustia por la traición, maldiciendo a todos los hijos que
había parido en su existencia. Esta maldición nunca fue levantada del
todo.
Se dice que entonces incluso el alma del planeta se agito.
Mientras los habitantes del Mundo de la Sombra y las criaturas mortales
del mundo físico retrocedían, los dos mundos se dividieron. La tierra
tembló y las tormentas arrasaron la tierra. El hielo se libero del
norte, y las islas se hundieron en el océano. Pangea ya no existía.
Tras la Caída, el paraíso de los cazadores había desaparecido para
siempre.
Es por ello que somos lo que somos. Es por ello que somos lobo y humano.
Es por ello que somos hijos del Reino de la Sombra pero estamos
Desposeídos por el espíritu. Los espíritus nos han temido (y la mayoría
nos han odiado) desde ese día. Temen y odian la idea que criaturas
parte carne y parte efímera ahora tengan el poder de vigilarlos, y que
una vez tuviéramos la fuerza de destruir al único espíritu que todos
ellos temían. Los humanos enloquecerían si supieran que no somos solo
iconos del cine, sino criaturas reales que caminamos entre ellos.
Destruimos la cosa más valiosa que teníamos porque tenía que
hacerse. Mantenemos el mundo espiritual a raya, y los espíritus no nos
soportan por ello. A la vez, hacemos lo posible para que los humanos no
mutilen al mundo espiritual, y si lo supieran, los humanos nos
despreciarían por ello. Nuestros propios hermanos se han vuelto contra
nosotros, odiándonos por hacer aquello para lo que ellos no tenían ni
coraje ni compasión para hacerlo. Tan solo la variable Madre Luna y
nuestros tótem lobos permanecen con nosotros, pero con ello nos basta.
Somos el Pueblo. Somos los lobos que cazan en ambos mundos.
Somos los Desposeídos, y que el cielo ayude a quien atraiga nuestra furia.
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