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ERIK HANUSSEN:
ASTRÓLOGO PERSONAL DE LOS NAZIS |
Pocas
personas influyeron tanto en la vida de Adolf Hitler como el misterioso
Erik Hanussen, a quien durante muchos años se consideró
el mejor vidente de Berlín. Predijo fechas exactas de
acontecimientos tan importantes como el acceso a la cancillería
de Hitler, la matanza de Rohem y los suyos, el incendio del Reichstag,
la conquista de la presidencia… ¿De dónde
provenían sus facultades? ¿Qué papel jugó
en el destino de la Alemania nazi?
Erik
Hanussen era un hombre extraño. Empezó recorriendo los
pueblos de Centroeuropa en distintos circos de baja ralea. Un
día, cansado de dar volteretas, cabriolas y de hacer reír
a la gente, abrió un pequeño gabinete de
«orientación y videncia» en un desvencijado piso
situado en el barrio antiguo de Praga, la ciudad que muchos consideran
la capital de la magia europea.
Según el investigador austriaco Hans Perling, el gabinete estaba
situado muy cerca de la antigua abadía de los Premostratenses,
donde hacia el año 1510 Johannnes Fausto, Teofastro Bombasto
(más conocido por Paracelso) y Enrique Cornelio Agripa se
iniciaron en la alta magia y combinaron los viejos saberes
esotéricos con los placeres más mundanos.
Por aquel gabinete esotérico pasaron algunos de los
últimos kabalistas que quedaban en la milenaria ciudad.
Günter Bailer cree que durante aquellos años, alrededor de
Hanussen, se creó un pequeño grupo de estudios
esotéricos, pero su economía no debió ir demasiado
bien y su fama fue muy relativa.
En
un momento dado, a mediados de los años veinte, Hanussen huye de
Praga posiblemente por problemas con la justicia y se traslada a
Berlín donde sin apenas medios económicos (aunque algunos
autores aseguran que conocidos personajes del mundo oculto
alemán lo financiaron y que quizá tuvo algún
“amigo íntimo” de acomodada economía), funda
dos revistas que en poco tiempo alcanzan una interesante tirada.
La primera, Die Hanussen Zeitung (El diario de Hanussen), tuvo una
aceptación media, pero la segunda, Die Andere Welt (El
Más Allá), recogió entre sus lectores a la
mayoría de personas ávidas de sensacionalismo y de
interés por el mundo de lo oculto, y según el
matemático ruso y filósofo esotérico P.D.
Ouspenski, su maestro espiritual era el mismísimo George
Ivanovitch Gurdjieff (posiblemente mentor de la Thule y profesor de
otro gran “maestro” de Adolf Hitler: el general y ocultista
Karl Haushofer).
Una publicación de esta índole tenía que ser por
fuerza un reclamo para gente “muy especial” de la cultura
alemana, y así, desde un principio, contó entre sus
colaboradores con un extraño personaje, esoterista y
conferenciante, que se hacía llamar Hans Einz Ewers, persona
harto misteriosa de la que nadie sabía con certeza dónde
vivía ni de dónde provenían sus suculentos
ingresos. Aficionado a la geopolítica y a la mitología
racial sus artículos encajaban perfectamente en el ámbito
social que se daba en aquellos años en Alemania.
Es este enigmático personaje quien presentó una tarde al
futuro Führer y al mítico Hanussen. W. Brauder dice que
sólo conocerlo, el astrólogo le auguró que:
«se haría con el poder total de Alemania y que la
nación germana estaría a su merced» y todo ello
gracias al «dominio gradual de los poderes psíquicos
latentes». Como era de esperar, aquella
“profecía” tenía que calar muy hondo en la
psique de Hitler.
DISTINGUIDOS DISCÍPULOS
Einz poseía un magnetismo como pocos, y tenía embelesado
a Hitler (principalmente por sus escritos
mítico-esotéricos), así como a sus
compañeros ideológicos Rudolf Hess, Goebbels y Heydrich,
que formaban una pequeña «promoción» de
estudiantes de ocultismo. Era tanta la afición de dichos
personajes por el ocultismo, que en palabras de Otto Sirasser:
“Hitler, Hess y Goebbels, eran incapaces de llevar a cabo una
decisión política, sin consultar con sus
astrólogos y videntes”.
Cuando todos ellos conocieron a Hanussen, pasaron así mismo a
ser sus “discípulos”, los cuales se interesaron en
profundizar en el difícil campo del magnetismo, en el cual
Hitler llegaría a ser un verdadero maestro. Son muchos los
historiadores y políticos que aseguran que su dominio de las
masas se debía a este «saber oculto».
Los dirigentes nazis empezaron a frecuentar su consultorio
astrológico y de videncia por el que pasaron, antes que ellos,
gentes de la importancia del conde Helldorf, que llegó a ser
jefe supremo de las S.A. de Berlín y prefecto de la
policía en Postdam, el fanático general Hermann Niehoff,
que en mayo de 1945 fue el último general en rendirse pues se
había atrincherado en la inaccesible y mítica fortaleza
de Breslau, y el sanguinario Wimmer que llegó a alcanzar de
manera mefistofélica el cargo de Comisario General de
Administración y Justicia.
Por las noches se reunían en la lujosa casa de Hanussen el
misterioso libanés Ismet Dzino y Hitler con altos dirigentes
nazis y políticos berlineses y practicaban las artes ocultas.
Werner Gerson aseguró en un escrito que «Hanussen es el
Rasputín germánico, y sus sesiones secretas terminan en
tenebrosas orgías». Se sabe con seguridad que practicaba
regularmente el tantrismo y que machos jóvenes berlineses
acudían a dichas sesiones. Era de dominio público que se
interesaba preferentemente por la magia sexual y en más de una
ocasión se había podido observar que algunos orientales,
siempre hombres, visitaban su consultorio.
LA DEPENDENCIA DEL FÜHRER
Poco a poco Hitler fue dependiendo cada vez más de aquel
carismático astrólogo y paragnosta, hasta el punto de que
llegó a crear un cierto pozo de envidias entre el resto de
compañeros del Führer, hasta que un día y tras una
desagradable confrontación entre el mago y alguno de sus
discípulos, uno de ellos empezó a investigar sobre su
oscuro pasado, y así afloró que su verdadero nombre era
Harschel Steinschneider y que si bien no era claro su origen semita,
sí que lo era que había estado casado con una bella
judía de nombre Ignaz Popper, a la que había abandonado
años después de la boda, a raíz de un serio
incidente entre Erik y otro mago oriundo de Viena, en plena Primera
Guerra Mundial (posiblemente diciembre de 1914). Los jefazos nazis
decidieron seguir la investigación para hundir al
astrólogo, a lo que se opuso tenazmente Hitler que lo
defendió de manera visceral e incluso amenazó a quien
osara importunar al astrólogo.
El líder alemán lo acogió bajo su tutela hasta un
fatídico 26 de febrero de 1933, en que aconteció un
extraño suceso. El astrólogo inauguró unas nuevas
salas con dineros de origen incierto (aunque por aquellos tiempos su
economía ya era más que brillante), en el “Palacio
del Ocultismo”, situado en el número 16 de la
Lietsenburgerstrasse, donde antigüedades y símbolos
esotéricos alternaban por igual (principalmente extrañas
insignias esotérico-castrenses); para aquella
celebración, había invitado a la flor y nata de la
sociedad berlinesa, que acudió en masa para conocer al mago,
aunque muchos de ellos, aristócratas y militares de alta
graduación incluidos, ya eran clientes suyos.
Hanussen, sintiéndose protagonista de la fiesta, decidió
“auto hipnotizarse” delante de la crème de la
crème germánica. De pronto, tras cerrar los ojos y
ponerse muy pálido, empezó a gritar y gesticular de
manera teatral diciendo: «Veo quemarse una gran casa. Una
multitud camina, hay un gran gentío en las calles, es una noche
desgarrada por el fuego, veo antorchas encendidas, hogueras de
alegría y la cruz gamada se mueve como un gran remolino de
fuego, es sin duda la llama de la liberación alemana, y las
llamas salen por la ventana, una gran cúpula se viene abajo, y
se hundirá todo el edificio, es sin duda la cúpula del
Reichstag que arde en la noche».
Seguidamente cayó al suelo, y entre algunos asistentes lo
llevaron a su despacho particular, donde se podían observar dos
Mapamundis extremadamente luminosos y de distinto tamaño, uno a
la derecha y otro a la izquierda, el primero más pequeño
saliendo de dentro de un inmenso candelabro y el otro de un
extraño tintero, o de algo que se le parecía y que
contenía un extraño líquido. Costó mucho de
despertar e incluso por unos momentos se llegó a temer por su
vida. Al recobrar la conciencia parece ser que apenas recordaba nada de
lo sucedido pocos minutos antes.
Aquellas palabras llenaron de temor a los dirigentes nazis,
principalmente a Goebbels que ya lo tenía bajo sospecha, pues
era un secreto sabido por pocos (entre los que no se contaba Hanussen),
que estaba preparado para muy pocos días después el
incendio del legendario y mítico edificio.Exactamente cuarenta y
ocho horas después (a las nueve en punto de la noche), la
inmensa mole del Reichstag ardía como una pavesa, y Adolf
Hitler, su protector desde hacía años, jamás le
perdonó aquella revelación tan inoportuna como anticipada.
DEL AMOR AL ODIO
Aquello le había granjeado el odio de la mayoría de
mandos nazis y la pérdida definitiva de confianza de Hitler. El
formidable Palacio del Ocultismo quedó clausurado, y las
reuniones y conferencias que organizaba el astrólogo fueron
prohibidas. Algunos de sus discípulos
“desaparecieron” y de su bien abastecida biblioteca de
temas ocultos, nunca más se supo.
Hanussen, al contrario de lo que hubieran hecho otros más
cautelosos, se enfureció y tuvo la mala ocurrencia de publicar
un artículo en la revista de su propiedad Hanussen Wochenschau
(número de marzo de 1933) en la que recordaba lo que él
había predicho gracias a sus “poderes” y lo que en
realidad había sucedido. El escándalo estalló y
una noche la policía secreta fue a buscar a Hanussen a una
pensión (por seguridad había cambiado de residencia
varias veces en pocas semanas), y se lo llevaron para interrogarle. Se
le acusó de recibir información de altos mandos de las
S.A. a los cuales se tachó de “traidores”, incluso
el influyente doctor Franz Hollring, del nefasto Berliner l2 Uhr Blatt,
aseguró tras el interrogatorio, que Hanussen estaba bien
informado de los movimientos de la cúpula nacional socialista
gracias a sus relaciones profesionales con el anteriormente citado
conde Helldorf y otros mandos de las S.A. que frecuentaban desde
hacía años su consultorio.
Se intentó en un momento concreto cargarle el muerto a los
comunistas o a los judíos, pero las pruebas sobre la
culpabilidad de Hitler eran demasiadas gracias a la
“videncia” de Hanussen. El resultado de su caída en
desgracia ante los ojos del que durante años fue su principal
valedor eran fáciles de adivinar. Un artículo del
Volkischer Beobatcher de fecha 8 de abril de 1933 (poco después
del apresamiento de Hanussen) decía: «En un bosquecillo de
pinos entre las localidades de Nehuof y Baruth, unos leñadores
han descubierto entre unas zarzas y medio devorado por los animales
salvajes de la zona, el cadáver de un desconocido. No se ha
encontrado sobre su cuerpo ningún papel o documento que ayuden a
su identificación. Los servicios de la policía criminal
de Berlín han podido establecer que el cadáver ha debido
permanecer entre estas zarzas varios días. Se sospecha de todos
modos que puede tratarse del cadáver de Erik Hanussen, famoso
por sus experiencias de videncia y telepatía».
UN PASADO OSCURO
Cuando la policía empezó a investigar averiguó que
aquel extraño personaje había nacido en Viena (sobre el
1880) y que era de origen judío. En los últimos tiempos
algunos investigadores aseguran que el vidente y astrólogo
estuvo preso por motivos desconocidos en algún ignoto refugio en
las montañas austriacas y que en plena II Guerra Mundial, fue
trasladado a algún campo de exterminio para prisioneros
(quizá Dachau) donde terminaría gaseado al igual que
muchos millones de judíos.
Fuera cual fuera su final, la verdad es que aquel mago-astrólogo
predijo e incluso muy probablemente aconsejó en ocasiones las
fechas exactas de acontecimientos tan importantes como el acceso a la
cancillería de Hitler, la matanza de Rohem y los suyos, durante
la famosa y sanguinaria “Noche de los cuchillos largos”, el
incendio del Reichstag, la conquista de la presidencia, etc. El
desaparecido periodista argentino Alejandro Vignati comentaba que el
astrólogo aconsejó a Hitler que las grandes decisiones
las tomara siempre en sábado y mejor de noche (curiosamente el
día sagrado para los judíos). Durante años, Hitler
se movió y actuó de forma que las predicciones y
“consejos” de Hanussen eran órdenes para el
“Guía” germano.
Hace algunos años el investigador galo François Ribedau
Dumas escribió que durante el Congreso Judío de Praga,
celebrado a mediados de los años veinte, Hanussen aseguró
ser hijo legítimo del milagrero rabino de Prossnitz.
Parece ser que el Führer conocía desde el principio el
origen judío de Hanussen (no se puede descartar que él
mismo se lo hubiera confesado en un principio), así como su
nacionalidad austriaca ¡igual que el propio Hitler!, y
quizá por esa razón intimó con él y lo
acogió durante años como astrólogo personal y
asesor. Por lo que sabemos, Hanussen además de ser un buen
astrólogo, poseía unos poderes de videncia
extraordinarios, y por esta razón nos preguntamos:
¿Conocía su trágico final a manos de los
torturadores de la policía secreta?, en este caso ¿por
qué no lo evitó?.
Fuente: Monográfico Revista Más Allá Nº 38 - abril de 1992
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febrero de 2012
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