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En mi espacio solo mora el bien
Por Miriam Coronado
Caracas, Venezuela
reprogramavida@yahoo.com
Transitar en la dualidad de este espacio-tiempo llamado vida terrenal pareciera ser una de los retos más importantes a experimentar por nuestra alma quien viene a cumplir contratos a veces no tan fáciles de ser comprendidos por nuestro ego personal, el cual puede caer fácilmente en las emociones alteradas que esto supone.

Y es que estamos tan involucrados con el entorno que se nos hace difícil aislarnos de él ¿cómo hacer?- nos preguntamos, si tenemos que convivir en un medio tan contaminado que no podemos cambiar. Seguramente no, pero si buscamos dentro de nosotros sabemos que ahí, en donde permanecen los recuerdos gratos, de triunfos, aquellos que nos produjeron paz, y alegría, allí habita un aspecto de nosotros que sabe bien como rescatar nuestra fuerza para neutralizar los embates que en cualquier momento pudieran llegar a nosotros, en forma de amenaza, miedo, angustia,  tristezas, rabias.

Ese espacio interno que es pura luz posiblemente ha sido invadido a lo largo del tiempo por las emociones negativas, que fueron ensombreciendo la visión de la belleza de paz y armonía que emana nuestro verdadero Ser, y es entonces cuando se hace eco de las apariencias de sombras que afuera vemos, aflorando lo que está en la superficie de nuestro ego, que sale en forma convulsiva ante muestras de injusticias que generan impotencia y demás expresiones ya mencionadas.

Retornar a nuestra verdadera esencia y encontrar ese lugar donde el alma mora en su expresión más sublime es ir desprendiéndonos poco a poco de pensamientos discordantes que desconfiguran nuestras emociones, es ir creando nuestro espacio de la única realidad que reconoce nuestro verdadero Ser, un lugar en donde sabemos que nada externo podrá tocarnos mientras no lo permitamos.

Mantener la quietud interna a pesar del bullicio externo  puede resultar fácil cuando aprendemos a donar una flor de nuestro jardín interno por cada muestra de crítica, ingratitud, insulto, etc.,  recibidos. Y será así, la proyección de la expresión del amor que damos desde nuestra sinceridad del corazón creará los escenarios justos y alejarán poco a poco lo que no es similar a lo que otorgamos.

No se trata de ignorar lo que ocurre en el entorno, ni mucho menos disfrazarnos de indiferentes o reprimir nuestras molestias, sino de observarlos desde nuestro espacio interior en donde hemos creado nuestra propia realidad, y saber que lo que está allí afuera mostrándose aparentemente sombrío u oscuro, no es más que la otra cara del jardín de la armonía en donde vivimos, desde donde podemos aportar soluciones coherentes que conlleven a una solución más justa que si lo hiciéramos desde nuestros pensamientos y emociones contaminadas por la aparente situación en conflicto.

Reconocer que sí podemos hacerlo es aceptar el paso de nuestra evolución hacia nuevas dimensiones en donde ya nos encontramos, tal vez solo nos falte hacer los ajustes que son necesarios para integrar esta armonía tan necesaria en estos momentos de transición, y que nuestro Ser nos reclama para proseguir el curso del camino hacia donde él sabe que debemos llegar. Luego él nos irá indicando como ir resolviendo lo que debemos sanar que aun no hemos resuelto de nuestra vida. Tan solo dispongámonos a escucharlo que él nos hablará a través de alguien que nos dará su sabia palabra,  en el texto de un libro que abramos, o en la mirada inocente de un niño que aparece en el momento justo cuando nuestras emociones están más exacerbadas.

Pero hay otras formas de escucharlo. Allí, en ese lugar que más comodidad sintamos, en nuestro cuarto o a la orilla de un río, sentémonos o tomemos la posición más cómoda acostumbrada, pongamos una música que más se identifique con nosotros o sencillamente escuchemos la música de la naturaleza y entremos poco a poco en nuestro recinto interno que nadie puede invadir, ese espacio que nos recuerda los eventos gratos que vivimos en algún momento, sintiendo en nuestra piel las emociones de alegría, triunfo, paz, que nos produjeron, y extendemos estas sensaciones alrededor de nuestro cuerpo.

Luego nos disponemos a percibir la Presencia de nuestro Ser que sabemos esta allí pero no siempre lo reconocemos, sentimos su abrazo protector, esa cercanía que nos transmite amor, firmeza, y comenzamos así a entablar una conversación íntima con él, lo escuchamos a través del sentir en el centro de nuestro pecho.

Tal vez al principio no sea tan fácil esta conexión, pero la constancia que es la mejor aliada en estos casos, nos ayudará a lograrlo. Cuando ya hayamos conversado, entonces sin perder la concentración lentamente comenzamos a caminar en el área donde nos encontramos, centrándonos en el “aquí y ahora”, no importa si pasamos al lado de la gente que nos rodea, lo importante en este ejercicio es mantenernos conscientemente en nuestro espacio de bien que hemos creado, donde predomina la tranquilidad, la armonía y en conexión con nuestro Ser, al cual volveremos cada vez que lo necesitemos hasta que hagamos de él nuestro espacio cotidiano. Ojalá podamos hacer de esto una rutina hasta llegar el momento en que ya nuestro Ser se vaya integrando en nosotros y sea él quien tome el mando de nuestras vidas y podamos mirar las circunstancias con aplomo y tranquilidad ¡porque en nuestro espacio solo mora el bien!

Con amor y bendiciones,

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