|
|
Transitar
en la
dualidad de este espacio-tiempo llamado vida terrenal pareciera ser una
de los
retos más importantes a experimentar por nuestra alma quien
viene a cumplir
contratos a veces no tan fáciles de ser comprendidos por
nuestro ego personal, el
cual puede caer fácilmente en las emociones alteradas que
esto supone.
Y es que estamos tan involucrados con el
entorno que se nos hace difícil aislarnos de él
¿cómo hacer?- nos
preguntamos, si tenemos que convivir en un medio tan contaminado que no
podemos cambiar. Seguramente no, pero si buscamos dentro de nosotros
sabemos que ahí, en donde permanecen los recuerdos gratos,
de triunfos,
aquellos que nos produjeron paz, y alegría, allí
habita un aspecto de
nosotros que sabe bien como rescatar nuestra fuerza para neutralizar
los embates que en cualquier momento pudieran llegar a nosotros, en
forma de amenaza, miedo, angustia, tristezas, rabias.
Ese
espacio interno que es pura luz posiblemente ha sido invadido a lo
largo del tiempo por las emociones negativas, que fueron ensombreciendo
la visión de la belleza de paz y armonía que
emana nuestro verdadero
Ser, y es entonces cuando se hace eco de las apariencias de sombras que
afuera vemos, aflorando lo que está en la superficie de
nuestro ego,
que sale en forma convulsiva ante muestras de injusticias que generan
impotencia y demás expresiones ya mencionadas.
Retornar a
nuestra verdadera esencia y encontrar ese lugar donde el alma mora en
su expresión más sublime es ir
desprendiéndonos poco a poco de
pensamientos discordantes que desconfiguran nuestras emociones, es ir
creando nuestro espacio de la única realidad que reconoce
nuestro
verdadero Ser, un lugar en donde sabemos que nada externo
podrá
tocarnos mientras no lo permitamos.
Mantener la quietud
interna a pesar del bullicio externo puede resultar
fácil cuando
aprendemos a donar una flor de nuestro jardín interno por
cada muestra
de crítica, ingratitud, insulto, etc., recibidos.
Y será así, la
proyección de la expresión del amor que damos
desde nuestra sinceridad
del corazón creará los escenarios justos y
alejarán poco a poco lo que
no es similar a lo que otorgamos.
No se trata de ignorar lo que
ocurre en el entorno, ni mucho menos disfrazarnos de indiferentes o
reprimir nuestras molestias, sino de observarlos desde nuestro espacio
interior en donde hemos creado nuestra propia realidad, y saber que lo
que está allí afuera mostrándose
aparentemente sombrío u oscuro, no es
más que la otra cara del jardín de la
armonía en donde vivimos, desde
donde podemos aportar soluciones coherentes que conlleven a una
solución más justa que si lo
hiciéramos desde nuestros pensamientos y
emociones contaminadas por la aparente situación en
conflicto.
Reconocer
que sí podemos hacerlo es aceptar el paso de nuestra
evolución hacia
nuevas dimensiones en donde ya nos encontramos, tal vez solo nos falte
hacer los ajustes que son necesarios para integrar esta
armonía tan
necesaria en estos momentos de transición, y que nuestro Ser
nos
reclama para proseguir el curso del camino hacia donde él
sabe que
debemos llegar. Luego él nos irá indicando como
ir resolviendo lo que
debemos sanar que aun no hemos resuelto de nuestra vida. Tan solo
dispongámonos a escucharlo que él nos
hablará a través de alguien que
nos dará su sabia palabra, en el texto de un libro
que abramos, o en
la mirada inocente de un niño que aparece en el momento
justo cuando
nuestras emociones están más exacerbadas.
Pero hay otras formas
de escucharlo. Allí, en ese lugar que más
comodidad sintamos, en
nuestro cuarto o a la orilla de un río,
sentémonos o tomemos la
posición más cómoda acostumbrada,
pongamos una música que más se
identifique con nosotros o sencillamente escuchemos la
música de la
naturaleza y entremos poco a poco en nuestro recinto interno que nadie
puede invadir, ese espacio que nos recuerda los eventos gratos que
vivimos en algún momento, sintiendo en nuestra piel las
emociones de
alegría, triunfo, paz, que nos produjeron, y extendemos
estas
sensaciones alrededor de nuestro cuerpo.
Luego nos disponemos a
percibir la Presencia de nuestro Ser que sabemos esta allí
pero no
siempre lo reconocemos, sentimos su abrazo protector, esa
cercanía que
nos transmite amor, firmeza, y comenzamos así a entablar una
conversación íntima con él, lo
escuchamos a través del sentir en el
centro de nuestro pecho.
Tal vez al principio no sea tan fácil
esta conexión, pero la constancia que es la mejor aliada en
estos
casos, nos ayudará a lograrlo. Cuando ya hayamos conversado,
entonces
sin perder la concentración lentamente comenzamos a caminar
en el área
donde nos encontramos, centrándonos en el “aquí y
ahora”, no importa si
pasamos al lado de la gente que nos rodea, lo importante en este
ejercicio es mantenernos conscientemente en nuestro espacio de bien que
hemos creado, donde predomina la tranquilidad, la armonía y
en conexión
con nuestro Ser, al cual volveremos cada vez que lo necesitemos hasta
que hagamos de él nuestro espacio cotidiano.
Ojalá podamos hacer de
esto una rutina hasta llegar el momento en que ya nuestro Ser se vaya
integrando en nosotros y sea él quien tome el mando de
nuestras vidas y
podamos mirar las circunstancias con aplomo y tranquilidad
¡porque en
nuestro espacio solo mora el bien!
Con amor y bendiciones,
|
|
|
|
Pulse aquí para volver a artículos |
|
|
Pulse aquí para volver a portada |
|
|
|