En las relaciones tendemos a diferenciar
el tipo que son. O al menos intentamos clasificarlas en un tipo que
realmente dependerá de cada persona, de su educación, de
su entorno, de su sociedad...
Resulta algo curioso, cuanto menos, que
intentemos clasificar algo que en su esencia es siempre igual y que los
calificativos dependerán del país en el que crecimos o de
la sociedad que nos marcó.
Así que, basándonos en
cuatro premisas un tanto ilógicas a veces, tenemos los amigos,
los conocidos, los compañeros, las relaciones, las parejas...
Pero no nos engañemos con nombres sencillos, no podíamos
ponerlo tan fácil. Porque dentro de los amigos tenemos los
amigos de tomar copas, los de confiar, los amigos con derecho a roce...
que pensándolo bien no dejan de ser otro tipo de
relación, aunque relación también es lo que tienes
con tu pareja...
Sinceramente, si lo piensas un momento y a estas alturas ¿sabes discernir cuál es cuál?
Aunque creo que lo que sí tenemos
todos claro es la complejidad común y claramente patente en las
relaciones de pareja (novios, novias, esposas, maridos, amigos o amigos
con roce, los indefinidos...) Sin embargo dentro de toda esa
problemática compartida por el ser humano, sin muchas
distinciones creo, existe algo que diferencia a todos y cada uno de
nosotros: la perspectiva.
Tengo un amigo que me cuenta que discute
todos los días con su mujer. Es genial, siempre te lo dice
riéndose y terminando con un "pero nos queremos que es lo
importante". Tengo otros amigos en la misma situación que
están de los nervios o incluso deseando dar un billete
sólo de ida.
El otro día, como suele decirse,
charlando con un amigo y una gran persona, ésta me comentaba su
agobio porque su relación estaba yendo muy deprisa y se estaba
convirtiendo en una relación muy seria. No puedo evitar
sonreír imaginándome a un personaje shakespeariano que se
llame relación y sea serio a morir haciendo de las suyas.
Se agobiaba por lo que nos agobiamos todos. Porque olvidamos.
Olvidamos que la pareja (o el apelativo
que empleemos en nombrarlas) son una relación más, en la
que se mezclan otros aspectos como el sexo, la confianza o lo que nos
hace vulnerables, la dependencia.
Se nos olvida que la puerta siempre
está abierta, que no tenemos porqué agobiarnos porque
siempre podemos irnos. Da igual si estás casado, compartiendo
casa o sois pareja de hecho. Siempre, siempre, puedes irte. En realidad
cambiarlo sólo depende de ti porque es tu puerta y tu
perspectiva. Piénsalo un momento, sólo un momento...
¿te sientes más libre si tienes una relación de
amigos con derecho a roce o si piensas que no hay obligaciones o
responsabilidades? Si es así ¿quién, realmente
quién, te impone esas obligaciones o esa falta de espacio? Si
por un momento cambiáramos la perspectiva y viéramos
claramente que si no nos vamos es porque no queremos, que las
obligaciones las cargamos nosotros porque las aceptamos o nos las
imponemos, sería todo más fácil y tremendamente
sencillo.
Porque a veces es la sencillez lo que nos
da la felicidad y total, sólo hoy importa así que
¿por qué te vas a agobiar? Al fin y al cabo la puerta
siempre está abierta.
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