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Cada
mañana sube la cuesta que va hasta el cementerio. Siempre con su
bolsa del bocadillo, su camisa, quizá encima su chaqueta
(depende de la época del año) y su paso constante.
Aún no son las siete de la mañana y ahí
está, despidiendo a la luna y saludando al sol que quiere
prepararse para salir.
Es muy educado, a la vieja usanza. Esa que muchas veces echo de menos.
Un día atendía una llamada de teléfono y cuando
dije hola él me contestó buenos días, creyendo que
era para él. Me sorprendió tan agradablemente que estoy
deseando cruzarme en su camino otra mañana y desearle buenos
días. Pero nunca se da. Le veo subiendo su cuesta, cada
día, cada año.
No sé si tiene familia, si podrá quejarse con alguien de
hacer lo mismo cada día, si quiere jubilarse y no puede o si
quieren jubilarle y no quiere. No sé si tiene hijos a los que
mantener. No sé si piensa alguna vez en la vida que imaginaba de
joven, si alguna vez piensa en lo diferente que ha sido, si acepta
cómo ha venido todo o si, simplemente, se conforma.
Pero sí se que cada día, llueva, nieve, con frío o
con calor él sube esa cuesta desde quién sabe
dónde, siempre andando, sin coches, autobuses o bicicletas. Cada
mañana emplea sus pies y da el primer paso que le lleva a su
destino.
Pero hoy es diferente. Hoy miro alrededor y descubro que hay otro mundo
en el mismo camino. Varios coches han aparcado, la mayoría
prácticamente nuevos. Varios modelos de "utilitarios" aunque
siempre despunta el Mercedes Coupé o el 4x4 seis veces
más grande que la chica que lo conduce. Veo diferente edades
aunque ninguna supera los 35.
Miro de nuevo hacia el caminante educado, ese señor que cada
mañana camina a su trabajo y no puedo evitar sonreír ante
la diferencia.
Estoy segura que vivió esa época en la que lo normal era
heredar la ropa del hermano mayor, compartir los libros de texto ya
pintarrajeados, tener que pedir permiso para llegar más tarde de
la hora acordada o dinero para salir porque, probablemente, no
había paga. Y si cogías un coche era el de tu padre y el
tuyo, el primero que tuviste, era de segunda mano.
No me imagino a la chica que está sentada en el coche
cambiándose unas zapatillas por unos tacones viviendo eso.
Tampoco la imagino con su bocadillo bajo el brazo, recorriendo la misma
cuesta cada día, o considerar hacerlo por un ahorro en gasolina,
coche, mantenimiento o, en definitiva, vida.
Hace que me pregunte en qué momento tomamos la comodidad como un
imprescindible. No me imagino a la chica de los tacones con el 127
heredado de su abuelo o con el R5 que le arregló y montó
su hermano de un desguace.
Uno de los chicos está presumiendo de bólido. Me acerco
como gata curiosa. No he de negar que es bonito. Quiero imaginar que
sale los fines de semana con él porque si sólo lo usa
para venir a su trabajo para mí sería como tener a un
pastor alemán en un estudio de 20m2.
Está hablando de todos los extras que incluye y del dineral que
le ha costado. Todos miran con admiración y visible envidia. Al
fin y al cabo al chico sólo le va a costar cinco años de
su vida pagarlo.
¡Cinco años! Y lo dice como si nada.
Imagino que se ve seguro en su trabajo, en su entorno. Creo que
aún no ha comprendido que en la vida seguras hay pocas cosas y
que pueden limitarse a aspectos relacionados con vida, muerte y, muchas
veces, voluntad.
Y mientras me alejo de ellos no puedo evitar mirar de nuevo buscando al
señor que ya casi está en la cima de la cuesta. Estoy a
punto de perderle de vista pero no puedo evitar mirarle y mirar al
grupo de chicos de coches nuevos con zapatos de tacón. No puedo
evitar preguntarme qué ha ocurrido en el medio.
Tengo la sensación de que en ese medio tuvo que existir alguna rendija donde se cayeron y perdieron algunas cosas.
Aunque quizá en la pérdida esté un nuevo nacimiento. Quién sabe.
Pero sí sé que este contraste me hace estar más
consciente y afianzarme propósitos de lo aprendido y visto.
Caminaré un poco más y cogeré el coche un poco
menos. Primaré mi comodidad y no una moda. Intentaré no
vender o hipotecar en exceso mi futuro y, sobre todo, no
esperaré a preguntarme si ésta es la vida que
quería, si así lo imaginaba o si así lo
pretendía.
Creo que hoy es un buen día para ponerme las zapatillas y subir la cuesta.
Todo empieza con un solo paso y quién sabe lo que puede esperarte al final.
No esperes a mañana para preguntarte, para cambiarte. Constrúyete y camina consciente cada día de tu vida. |
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*Terapeuta
en Técnica Metamórfica, Reiki, Hipnosis. Terapias
manuales. Diplomada por la A.E.D.H.E. y por la Federación
Española de Gimnasia.
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septiembre de 2012
Rev.
Dig. UNIVERSO
Nueva
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